Originalmente escrito por Luis Mata García y publicado por el diario Provincia (estado Sucre, Venezuela) el 25/11/93
Con la denominación de Nueva Toledo fue bautizada por Gonzalo de Ocampo en 1520; como Nueva Córdoba, en 1523, por Jácome de Castellón; finalmente, el 24 de noviembre de 1569, Diego Fernández de Serpa permuta el nombre de Nueva Córdoba por el topónimo aborigen con el que se conocía desde tiempos inmemoriales a la costa y al río que circundaban aquel espacio geográfico de la porción nororiental de Venezuela y la denominó Cumaná.
Sin embargo, nueve años antes del emplazamiento de la ciudad por Fernández de Serpa, circulaba un mapa elaborado por Abraham Ortelio donde figuraba la ciudad primogénita del continente americano en su forma grave: Cumana (sin tilde en la última silaba). En otra carta geográfica de los albores del siglo XVII titulada “Mapa de las salinas de Araya y costas de Cumaná”. De autor ignoto, ya aparece con con tilde en la última silaba.
El río fue conocido como río Cumaná probablemente hasta los años cercanos al 1774, cuando circuló un mapa elaborado por el ingeniero Juan Alberto Perelló denominado “Mapa de Cumaná y sus contornos” en el que aparece designado con el topónimo Manzanares, cambio probablemente originado en los efluvios nostálgicos de algún madrileño separado de su querencia por las aguas del Atlántico. Con esta denominación lo conocieron los célebres naturalistas europeos Alejandro de Humboldt y Amado Bonpland en su incidental visita de 1799-1800 a la entonces provincia de Nueva Andalucía. Desde entonces, Cumaná y su río traspasaron el umbral de la fama en medio mundo gracias a las descripciones que de ellos hizo Humboldt en su obra “Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente”.
Otro preclaro científico del siglo XIX, Adolfo Ernst, en su ensayo “Etnología de la Costa Norte de Venezuela”, sugirió que Cumaná era un vocablo proveniente del Guaraní, cuyo significado literal en castellano correspondería al nombre vernáculo asignado a cierta variedad de granos o leguminosas. A pesar de no ser compartida por un considerable número de eruditos en la materia, la hipótesis de Cumaná como guaranismo es parcialmente respaldada por la existencia de una meseta de la costa Este de la isla Trinidad y de una isla del lago Titicaca (Bolivia) que son conocidas con este topónimo.
Es meritorio señalar que muchas voces provenientes del guaraní han sido incorporados al lenguaje universal, especialmente las pertenecientes a las Ciencias Naturales: ananás, tapioca, mandioca, curare, tapir, tucán, etc.
Análogamente, reconocidos sabios como Lisandro Alvarado y Henri Pittier, entre otros, coinciden en reconocer la voz Cumaná como el nombre vernáculo que los aborígenes atribuían a la especie botánica Turnera ulmifolia. Esta especie vegetal, correspondiente a una hierba arbustiva que produce flores amarillas, fue descrita por primera vez para la ciencia en 1753 por el insigne naturalista sueco Carlos Linneo. La especie posee propiedades biomedicinales interesantes que incluyen la regulación de los periodos menstruales y minimizar infecciones del parato urinario. En ese orden de ideas, un estudio etnobotánico realizado por Francisco Delascio Chitty con los indios kariña de Caico Seco (Anzoátegui), revela los corrientes atributos biomedicinales otorgados a la planta por las comunidades indígenas. Importante es recordar que Cumaná es la cuna de uno de los “muchachitos” egregios de América: Antonio José de Sucre, vencedor de Pichincha a los 27 años de edad y héroe de Ayacucho a los 29.
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